Parece algo muy obvio, pero en esta frase tan corta debe de haber algo que no entra en la cabeza de los deportistas aficionados.
¿A cuántas personas conocemos que hacen ejercicio con una lesión?
Unos arrastran desde hace algún tiempo una tendinitis rotuliana y se ponen una goma, esparadrapo o cinta justo debajo de la rodilla.
A otros les pasa lo mismo pero en el antebrazo, por ejemplo aquellos que practican deportes de raqueta, golf… y no son capaces de recuperar de una vez la epicondilitis.
Los hay que llevan mucho tiempo en el gimnasio y tras años de mover cargas excesivas tienen problemas con algunas articulaciones, manguito rotador, rodillas, espalda…
Hay multitud de técnicas e infinidad de productos que nos pueden ayudar a salir de las lesiones, pero es un error depositar toda la confianza en ellos sin poner de nuestra parte. Pensar que una crema, que un masaje, que una sesión de acupuntura, que la crioterapia, que el taping, que la electroestimulación… va a conseguir hacer el milagro de sacarnos de la lesión por arte de magia mientras seguimos haciendo ejercicio a la misma intensidad, es un frecuente error en el que caemos muy a menudo.